miércoles, 22 de diciembre de 2010

Una luz de esperanza para el Casi Extinto Arlequín de Mazán


El sapo arlequín de Mazán es una especie casi extinta en la naturaleza.  Sus poblaciones colapsaron desde mediados de los años ochenta y actualmente solo unos pocos individuos se encuentran esporádicamente en la naturaleza. Esta especie (Atelopus exiguus) junto a A. nanay son las últimas y únicas especies de las que actualmente se conoce sobre su existencia en hábitats de páramo en la región Andina. Durante los años previos a los ochentas  los páramos ecuatorianos albergaban cerca de una decena de especies de Atelopus, la mayoría de las cuales hoy están posiblemente extintas. El programa de manejo ex situ de la Balsa de los Sapos mantiene los únicos 5 individuos en cautiverio. Entre ellos hay una hembra y cuatro machos. Aunque se ha logrado con éxito su supervivencia en condiciones de laboratorio, los ensayos por varios años para lograr su reproducción han sido hasta ahora infructuosos. No obstante, el desarrollo reciente de nuevas tecnologías con tratamientos hormonales, por parte de científicos ecuatorianos, abre una luz de esperanza para lograr la reproducción en cautiverio de la única hembra existente en el programa. Ello también generaría la opción para su eventual reintroducción en el Parque Nacional Cajas y el Bosque protector Mazán, en donde deambulaban por miles en tiempos pasados. Su supervivencia en laboratorio también depende del futuro de la Balsa de los Sapos (véase la nota El Arca de Noé de los Sapos se hunde publicada el martes 7 de Diciembre de 2010 en este blog).

La rana cohete de la Villa Flora (Hyloxalus jacobuspetersi) con los días contados

Esta ranita pequeña (3 cm) fue descubierta en el Barrio Villa Flora en Mayo de 1959 y se la encontraba en Quito antes de que empiece el acelerado crecimiento urbano. La herpetóloga Ecuatoriana Ana Almendáriz de la Escuela Politécnica Nacional y el entonces estudiante de biología, Luis Coloma, la vieron por última vez en Chillogallo, en 1983. Se la creía extinta, pero en el 2007 el investigador británico Morley Read redescubrió una muy pequeña población remanente en las cercanías del Valle de los Chillos, cerca a Quito. Los científicos de la Iniciativa Balsa de los Sapos, liderados por Coloma, realizaron inmensos esfuerzos para criar en laboratorio a varios renacuajos, cinco de los cuales sobrevivieron hasta llegar a ser adultos. No obstante, su reproducción requiere de ensayos cautelosos con las condiciones apropiadas pues son ranas muy sensibles a cambios de la temperatura y humedad. Se mantienen en un cuarto frío a una temperatura de alrededor de 12 grados centígrados. Lo cierto es que hasta la presente no se ha logrado su reproducción. Si se lo lograre, estas ranitas son las candidatas ideales para ser reintroducidas a zonas naturales en Quito, que podrían ser riachuelos en el Parque Metropolitano del Sur o el de Las Cuadras.

A diferencia de muchas ranas, esta especie es activa en el día. Viven cerca de riachuelos y los machos tienen un comportamiento sorprendente. Los huevos son puestos en sitios húmedos y cuando eclosionan los renacuajos, el macho los carga en su espalda y los transporta y lleva hacia un riachuelo, en donde son liberados para ahí desarrollarse y metamorfosearse.

Los 5 sobrevivientes de esta ranita Quiteña —actualmente en el programa de manejo ex situ de la Balsa de los Sapos— ahora enfrentan un peligro adicional, su posible muerte súbita por la inexperiencia de las personas actualmente encargadas de su mantenimiento (véase la nota El Arca de Noé de los Sapos se hunde publicada el martes 7 de Diciembre de 2010 en este blog).